He notado que no se habla mucho de esta película, que por cierto está nominada al Oscar en la categoría de Mejor Película Internacional, en las redes sociales. De manera que intentaré darle algo de visibilidad.
Si bien la fotografía de esta película es hermosa, especialmente en cuanto a paisajes se refiere, no es osada, sino más bien un tanto convencional. Aunque eso nunca es algo malo per se. La cámara se sitúa en primeros planos cuando se requiere enfatizar en las emociones que el personaje exterioriza y en planos más abiertos cuando se necesita contextualizar. Eso sí, cada encuadre es una delicia, desde mi punto de vista. La narración lleva un ritmo lento y gran parte de la exposición se da a través de diálogos: qué desea y qué no quiere el personaje, en qué condiciones vive y a qué condiciones se enfrentará, entre otros aspectos que se evidencian por medio de conversaciones. Aun así, en ningún momento se me hizo aburrida.
La trama tampoco es demasiado innovadora, ni en su fondo ni en su forma. Sin embargo, se desarrolla en un contexto sociocultural poco conocido para el mundo: un pueblo de Bután al que los avances tecnológicos no han alcanzado (ni siquiera hay luz eléctrica, más allá de intermitentes y cortos momentos que proporciona la energía solar de un sistema deficiente). Ugyen, un joven de la ciudad, es el protagonista. Es profesor, pero no está muy a gusto con su oficio. Tiene como meta, a mediano plazo, migrar y ser cantante en Australia, un país que ofrece más oportunidades para ello. No obstante, sus planes se verán postergados debido a que el gobierno lo traslada para impartir clases en Lunana, el pueblo mencionado. No exentos de haber absorbido algunos aspectos del mundo contemporáneo (saber algunas palabras en inglés, usar envases de gaseosa como recipientes o tener tomacorrientes), las personas de Lunana conservan intactas sus costumbres y no se desviven por lo que sucede más allá de sus fronteras, pese al estado precario de la única escuela que hay y la esporádica escasez alimentaria. En este último aspecto radica gran parte de la importancia de los yaks en la película.
Este filme nos expone la transición de perspectivas frente a las diferentes realidades socioculturales. Cómo un lugar poco poblado y ajeno al dinamismo de las urbes lograr encajar en las querencias de un protagonista que soñaba con comerse el mundo. Cómo el ser humano es capaz de amoldarse a situaciones que antes consideraba aversivas para terminar tomándoles aprecio: una vida pausada, conversaciones fuera de pantallas y teclados, ausencia total de señal móvil, música en vivo sin dispositivos como intermediarios e historias contadas al calor de la hoguera o de un buen plato de comida típica, como en tiempos primitivos. Asimismo, los pobladores de Lunana, especialmente los niños a quienes Ugyen enseña, se acostumbran a la presencia de él, lo acogen, lo hacen parte de ellos. «Debemos respetar a los maestros, porque pueden tocar nuestro futuro», asevera el jefe del pueblo.
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