Nunca le había dado la oportunidad a esta película, pero genuinamente me gustó; en especial, por el montaje y la cinematografía.
A grandes rasgos, es un thriller psicológico cuya trama se desarrolla mayoritariamente en Londres. Eloise es una joven aspirante a diseñadora de modas que se muda a la capital inglesa para iniciar sus estudios.
Al sentir que no encaja con las personalidades de sus compañeras, decide mudarse sola a una vieja habitación en un último piso.
Desde entonces, la protagonista comienza a soñar con Sandie, una mujer de su edad que aspira a ser cantante y bailarina estrella en importantes clubes de la ciudad, pero en la década de los 60.
Sin embargo, al adentrarse en este mundo, Sandie se topa con todo tipo de perversiones, explotación y sujetos desagradables con dinero e influencias.
A partir de allí, todo se torna confuso y surreal para, pues los sueños se transforman en visiones que arremeten contra Eloise en cualquier momento del día.
Me hizo cuestionar acerca de hasta qué punto es válido sacrificar la identidad, las propias convicciones e incluso la integridad para lograr aquello que más soñamos, así como en las consecuencias de permitir que otros se sobrepasen con nosotros, aprovechándose de nuestras necesidades, debilidades y expectativas.
Como lo mencioné, el montaje juega con flashbacks y sobreimpresiones, siendo dinámico y bastante acertado con lo que se pretende insuflar a través de los planos, los movimientos, el sonido y las actuaciones.
La fotografía, por su parte, es una suerte de neo-noir, mi estilo cinematográfico predilecto, donde las luces neón generan contrastes entre los personajes y los escenarios, entre el pasado y el presente.
Por cierto, me pareció brutal la llegada al clímax del argumento y el pertinente final de la película.
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